.

.

viernes, 5 de junio de 2015

Versos de carretera (y desgraciadamente, de vuelta)

No quiero ocupar medio poema hablando del pasado si puedo dedicarme a conjugar en presente lo que es mi vida junto a ti, si puedo hablar de lo que es verte reír un sábado por la tarde o de lo vulnerablemente pequeña que me haces sentir cuando apoyo la cabeza en tu pecho y me abrazas como si quisieras protegerme de mis monstruos.
Los verbos destructivos contigo han adquirido otro significado, amor.

Si me desgarro, es porque cada segundo que pasa tiras de mis vértices para quererte más.
Si me caigo, lo hago en ti y sigues cayendo conmigo.
Si me pierdo, lo hago en tu silencio cuando me miras sin decir nada, pero diciéndomelo todo.
Si me muero, es de ganas de hundir mis gemidos en tu pelo.

Te has convertido en mi calma, en un barco de piel y huesos en el que descansar después del naufragio, en la protagonista desnuda de cada una de mis noches, en mi salvación, en mi respiración, en el único motivo por el que me mantengo en pie, en mis ganas de luchar contra un suelo que no es digno de recibir tu caída, en mi casa, en los brazos que quiero que se enreden en mí al despertarme todos los días de mi vida, en el único culo que quiero mirar con descaro y sin disimulo, en la razón de la lágrima que acaba de resbalar por mi mejilla... En mí.

Pero es que por mucho que te escriba, que te diga, que te bese, que te admire, que te mire, que te verse, que te abrace, que te explique... Nunca vas a saber quién eres exactamente para mí, porque todo lo que te quiero, no cabe en una eternidad de poemas.