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martes, 10 de mayo de 2016
La poesía me ha traído la salvación y no ha parado de dejar de posar serendipias sobre mis alas. Pero eres tú quien me hace volar@maria_gossip. Porque eres más que una mejor amiga. Eres magia, salvación y mariposas. Te necesito más que nunca compañera. Iniciamos la realización de nuestros sueños. Te prometí que lograríamos algo grande y lo estamos consiguiendo. Gracias a vosotros, a los que nos vivís con las mismas ganas que nosotras tenemos de hacer "click" en vuestras espaldas.
Caótica
A duras penas recuerdo los momentos
en los que mi vida era mar en calma,
yo que siempre soñaba
con el caos de un oleaje sin tregua
embestido contra unas caderas de mujer.
Ahora solo soy desorden.
Lo que quería ser.
Y echo de menos la calma.
No sé lo que quiero hasta que lo
tengo
y me duelen las pestañas de posar
sobre ellas
el peso de mis sueños muertos.
Siempre me han dicho que en la vida
no siempre se gana
pero nadie me preparó
para perder siempre.
Supongo que deseé demasiado la tormenta
y ahora el agua pudre mis huesos
haciéndome caer en cada charco.
Para empaparme más.
He sido cómplice suicida de la lluvia
porque curaba mis sequías
pero las cicatrices que creí curadas
se han arrugado
y ya casi no me queda carne que
morder
cuando tengo hambre de amarme.
Yo quería otro tipo de caos.
Quería uno que me hiciera temblar de
placer,
que me hiciera contemplar el espejo
y admirarme como si fuese una obra de
arte,
que me quemara pero sin doler,
que me mojara pero sin hacerme enfermar.
Así que quizás yo sea la única mujer
a la que tenga que amar
y tenga que dejar las olas para las vacaciones de verano.
Aquí, ahora y nunca más
Una vez la chica que tengo al lado
me dijo que cuando estamos
enamorados,
el tiempo no se pasa rápido. Se pasa
lento.
Porque disfrutamos tanto cada momento
que no contamos la vida por días sino
por segundos.
Ahora le entiendo. Porque estos meses
han sido como años.
Te odio.
Te odio como nunca quise a nadie.
No me puedo creer que te hayas ido.
Con lo que insististe en abrirme las
costillas
para poder entrar al lugar del crimen
y tumbarte junto a un corazón
desangrado.
Con lo que insististe en conocer mi
mundo interior.
Me dijiste:
”Un día por casualidad me di cuenta
de que estabas igual de rota por
dentro que yo,
y creo que nunca un desastre
me había llenado tanto con tan poco.
Por ti y tu poesía.
Apenas hemos hablado, apenas conozco
de ti;
pero si por fuera me pareces
preciosa,
por dentro debes de ser increíble.
Prefiero mantenerme al margen,
me pareces inalcanzable.
Solo espero que seas feliz y vueles
muy alto, Vero.”
Ahora, unos meses después,
estoy más rota que antes de
conocerte,
tú estás llena de mis catástrofes
y yo me he quedado vacía,
yo ya no sé quién cojones soy después
de tantos puñales
y mi poesía esta vez no puede pagar
por los destrozos.
No soy feliz y lo de volar, lo
dejamos para tus promesas.
Te has olvidado de lo que te impulsó
a escribirme aquel mensaje por la
noche.
Y me siento inútil.
He dejado que violases lo más íntimo
de mí,
he permitido que juegues entre mis
sombras.
Pero te escondes fatal, amor,
te sigo encontrando en todas partes…
He dejado que me buscases las cicatrices,
las has besado una a una con lágrimas
en los ojos,
me has puesto desnuda delante de un
espejo
y me has hablado de perfección.
Me has asegurado mil veces
que querías que aprendiese contigo
lo que es el amor en realidad.
Me has dicho “te amo” mil más
y me has suplicado que cuando te
dejase entrar en mí
pudieses quedarte a vivir una
eternidad.
Cuando me voy a dormir sigo
acurrucándome
en la pared como cuando estabas
conmigo
y te dejaba tu hueco por si algún día
te colabas por la ventana.
Aunque al final acabases eligiendo
ponerte encima de mí.
Las calles de Madrid cubren mis
paredes
aún sabiendo que ya no vamos a hacer
el amor en ellas
hasta que se apaguen las farolas.
Pero es que me da miedo quitarlas
y volver a leer lo que hay detrás de
cada una,
no sea que me lo vaya a creer otra
vez.
No puedo coger ni un solo libro
sabiendo que los has tocado todos.
Estoy segura de que si los abriese,
los encontraría en blanco.
Porque tú te habrías llevado toda la
poesía.
No quiero cumplir años dentro de una
semana
porque ya no vas a aparecer por
sorpresa
(sí, amor, sabía que ibas a venir).
Joder cuanto más hablo
más noto cómo se abren todas mis
cicatrices…
Mierda María, no he cogido tampones.
Espero que no me desborde.
Pánico impráctico
Tengo miedo de dejar de posarme hecha
sueño
sobre tus pestañas por las noches
y que te despiertes por el día
sin ganas de seguir bailando.
Puedo decir que estás
pero he dejado de sentirte
y es que un solo día sin ti
ha bastado para agrietar mis alas.
Vuelvo a tener el corazón en blanco y
negro
y se ha caído el número de la casa
en la que nos veía desnudándonos.
A nosotras mismas,
de nosotras mismas
y de nuestras sombras.
La esperanza se ha marchado
con nuestros besos
y mi piel está pálida y muerta
porque no puede enrojecer
con tus mordiscos llenos de ganas de
amarme.
En las estaciones de todo el mundo
reina el silencio
porque los buses hacen luto
por nuestra ausencia
y mis suelas están desgastadas
de buscarte sin parar de caminar en
círculos.
Todas las cosas que quiero enseñarte
gritan desde el interior de mi pecho
y tengo ganas de desgarrarme para
acabar con este maldito dolor.
Me da pánico convertirme en polvo en
el aire
y abrazos vacíos.
Me da pánico que ya no necesites
quedarte a vivir en mí.
Me da pánico que hayamos hecho el
amor
sobre las cenizas de nuestro futuro.
Me da pánico que inventes un nuevo
lenguaje
que no sea el de nuestros silencios.
Me da pánico que te vayas
sin haber despertado a la ciudad
con nuestros gemidos.
Me da pánico ser parte de tu dolor
por el hecho de no saber hasta qué
punto te quiero.
Y por último,
me da pánico
que no sepas de mi pánico
Cicatrices
Te siento en cada una de las
catástrofes
artificiales de mi cuerpo.
Podría jurarte que el aire
son tus manos recorriendo
las rasgaduras de mi pecho
y que la lluvia son recorridos
intermitentes
de tus labios hacia los relieves de
mis piernas.
Ojalá tapes pronto las raíces de mis
muñecas
con el primer trozo de tela que
pilles por ahí
y que me eleves los brazos
por encima de la cabeza
para hacerme rezar un alto al fuego
postrada ante tu cuerpo desnudo.
Las balas se pararían en el limbo de tus
silencios,
mi corazón no entendería de cadáveres
y tu espalda se convertiría en el
papel
donde quedase firmada mi absolución.
Me has hecho resurgir de mi cenicero
de pena
y te has convertido en una primavera
fuerte
que no sucumbe al calor de mis llamaradas
ni al frío de mi cuerpo acechado por
los temblores.
Lo tuyo no es amor.
Lo tuyo es poesía,
que es mucho más que amor.
Y por eso, soy el país más bonito del
mundo
en el que puedas quedarte a vivir.
(A)manecer
La tierra ya no usa mis pisadas
desde que llegaste una noche
y me susurraste al oído
que me esperabas en una nube
cargada de tormentas de poesía.
En mi habitación han crecido rosas
en cada una de las cuatro esquinas
y en mi cama ya no hay sitio para el
silencio
cuando, sutilmente, me acuerdo de ti.
Juraría que cuando camino por la
calle
en los balcones se asoma el arte
para arrojar tus palabras desde las
ventanas
y llenarme la sonrisa de futuros.
Ahora entiendo que la vida es algo
que hay que vivir
porque te vivo a ritmo de canciones
que gritan a los cuatro vientos
la historia de aquel día en que
decidiste
arriesgar todo por mí.
Ya no conjugo tiempos, sino colores
y esto lo sabe la gente que mira mis
fotos
y ya no ve mi corazón en blanco y
negro.
Quererte no es una opción.
Es un manual de supervivencia
ante todo lo que me perturba.
Me enseñaste a matar monstruos
y ahora yo quiero ser la que te
muerda por las noches.
Dios busca el secreto de tus resurrecciones
He sido durante mucho tiempo
carnívora de mí misma
y me he arrancado a tiras la piel de
un mordisco
para hacerme una cortina con la que
evitar
que entrase un rayo de pánico más a
través de mis costillas
He amordazado a mis sombras para
evitar
que hablasen demasiado y me he hecho
daño
al convertirme en refugio propio y
dar vueltas sobre mí misma
para entrar por mi espalda rompiendo
en verbos mi columna
como un perro buscando su cola.
-aunque los perros juegan y yo sólo
luchaba por sobrevivir.-
Mis lágrimas comenzaron a bailar
al son de las llamas
y por eso, si acaricias suavemente
mis mejillas,
podrás dibujar el relieve de los ríos
de fuego
provocados por mis vacíos.
Un día mi dolor se conectó con el de
Santi Balmes
dentro de una canción y me hice medio
dos
hasta poder tener a otra yo que
hiciera guardia a los pies de mi cama
y espantara las pesadillas que habían
roto los cristales de mi voz,
aunque la noche fuera eterna y los
monstruos se cargaran de artillería pesada.
Pero a ti podría decirte que la vida
son dos sílabas
y que has llegado justo en el golpe
de voz que las separa
y que contigo los espacios son tan
inmensos
que los planetas de tu techo me han
concedido la inmortalidad.
Por eso, cuando el día llega a su fin
y reina la oscuridad
construyo un camino de versos hacia
tus trincheras
y te hago –aunque soy más de
reconstruirte-
el amor en medio de un campo de
batalla.
Porque eres un faro en tierra que me
guía cuando estoy perdida
y me hace navegar segura por tu
cuerpo cuando te sueño
y comienzan a chorrear desde tu pecho
cascadas de flores
que voy recogiendo una a una para
echarlas sobre la tumba
de mis genocidios inconsecuentes y
voluntarios.
Puede que esté demorando de nuevo mis
derrotas
y que te vayas más pronto de lo que
chillas subida a la luna
pero sé que si te vas, estaré bien.
Porque tú ya me habrás salvado
y yo
ya habré aprendido a quererme.
¿En qué se convierte una persona después del miedo?
Después del miedo solo sé que tenemos demasiada hambre.
Demasiada hambre porque alguien
nos llene las cicatrices de saliva
que calme nuestra sequía de ganas.
Somos seres adyacentes a la palabra existencia
y por ello nos aferramos a cualquier cosa
que nos haga respirar mejor.
O al menos, respirar.
Esperamos que sobre nuestro cuerpo
ya no descansen los cadáveres de los pájaros
que la pena mató de un solo disparo.
Y es que deseamos que las balas nos besen el pecho
y dejen de atravesarnos las alas.
Dejamos de mirar al cielo
por si a caso nos llueven tiestos de esperanza
que acaben abriéndonos la cabeza
y jugamos al 3 en raya con la vida
sobre las baldosas de las aceras
que un día hicieron resbalar a la lluvia.
Deshojamos las pocas flores marchitas
que asoman sus pétalos ennegrecidos
entre las cenizas de nuestras sombras
dejando que la suerte elija
si nos queremos a nosotros mismos.
Pegamos a duras penas los cristales rotos
que un día rompió nuestra ignorancia
para poder volver a mirarnos al espejo
y no tener miedo de los monstruos
que no dejaban de escupirnos el odio a la cara.
Construimos un nuevo camino partiendo de mareas de agua salada
que inunden nuestros pasos para no poder volver
al deseo de ahogarnos en por qués.
Aprendemos a pedir solos las cervezas en la barra del bar
y nos emborrachamos por puro placer y no para olvidar.
Las personas después del miedo se hacen raras de cojones.
Ya no saben mirar al mundo
desde otro mirador que no sea el de la desconfianza.
Pero puedo decir que son afortunadas.
Porque solo las personas que se han enfrentado a él
son capaces de sobrevivir.
Demasiada hambre porque alguien
nos llene las cicatrices de saliva
que calme nuestra sequía de ganas.
Somos seres adyacentes a la palabra existencia
y por ello nos aferramos a cualquier cosa
que nos haga respirar mejor.
O al menos, respirar.
Esperamos que sobre nuestro cuerpo
ya no descansen los cadáveres de los pájaros
que la pena mató de un solo disparo.
Y es que deseamos que las balas nos besen el pecho
y dejen de atravesarnos las alas.
Dejamos de mirar al cielo
por si a caso nos llueven tiestos de esperanza
que acaben abriéndonos la cabeza
y jugamos al 3 en raya con la vida
sobre las baldosas de las aceras
que un día hicieron resbalar a la lluvia.
Deshojamos las pocas flores marchitas
que asoman sus pétalos ennegrecidos
entre las cenizas de nuestras sombras
dejando que la suerte elija
si nos queremos a nosotros mismos.
Pegamos a duras penas los cristales rotos
que un día rompió nuestra ignorancia
para poder volver a mirarnos al espejo
y no tener miedo de los monstruos
que no dejaban de escupirnos el odio a la cara.
Construimos un nuevo camino partiendo de mareas de agua salada
que inunden nuestros pasos para no poder volver
al deseo de ahogarnos en por qués.
Aprendemos a pedir solos las cervezas en la barra del bar
y nos emborrachamos por puro placer y no para olvidar.
Las personas después del miedo se hacen raras de cojones.
Ya no saben mirar al mundo
desde otro mirador que no sea el de la desconfianza.
Pero puedo decir que son afortunadas.
Porque solo las personas que se han enfrentado a él
son capaces de sobrevivir.
Acepto las disculpas que nunca me pedirás
Hoy he vuelto a todos los lugares
que fueron testigos de una mentira más bonita
que una primavera viva sobre un paisaje nevado
y pensé que sería un suicidio.
Te lo juro, mi maldito amor.
Pensé que los árboles se prenderían
con el fuego del atardecer reclamando
el calor de esos besos que te robaba
mientras tocabas la guitarra.
Pero en el césped ya no crecen las margaritas
y mis playeros se han llenado de barro.
Ha llovido demasiado
y la tierra mojada ha sepultado
esas hojas llenas de acordes
que hablaban de nosotras.
Las baldosas que pisábamos cada día
que estábamos juntas se han podrido
y ya no he sentido los temblores
que producía tu mano cuando se agarraba a la mía
y hacía de mí un terremoto.
El lugar donde solíamos gritar seguía lleno de fuego
y lo he vuelto a retratar como tú hiciste hace exactamente un año
mientras decías que querías prender Valladolid
y hacerme el amor sobre las cenizas.
La barandilla sigue diciendo
que allí tuvo lugar el número dos de los besos
que formaban nuestro ranking
(espero que al menos recuerdes el primero)
He regresado a la fuente
que vio nuestro reencuentro más precioso,
contigo y conmigo abrazándonos
en medio de una tormenta tras semanas sin vestirnos de la piel de la otra
y he vuelto a esconderme aún sabiendo que tú no me buscabas
y que no había sitio para bromas.
Por último, he decidido acabar
donde acababan y empezaban todos nuestros viajes,
en la estación que nos despidió el primer día
hasta la semana siguiente
y en la que nos despedimos para siempre.
Pero del bus de Alsa no ha bajado corriendo
hacia mí ninguna chica con rastas
y las taquillas donde compraba
los billetes con destino a tu puerta
estaban cerradas.
Quiero que sepas que ya no te guardo rencor,
que te perdono, mi maldito amor,
porque al igual que las taquillas,
mis heridas también están cerradas.
que fueron testigos de una mentira más bonita
que una primavera viva sobre un paisaje nevado
y pensé que sería un suicidio.
Te lo juro, mi maldito amor.
Pensé que los árboles se prenderían
con el fuego del atardecer reclamando
el calor de esos besos que te robaba
mientras tocabas la guitarra.
Pero en el césped ya no crecen las margaritas
y mis playeros se han llenado de barro.
Ha llovido demasiado
y la tierra mojada ha sepultado
esas hojas llenas de acordes
que hablaban de nosotras.
Las baldosas que pisábamos cada día
que estábamos juntas se han podrido
y ya no he sentido los temblores
que producía tu mano cuando se agarraba a la mía
y hacía de mí un terremoto.
El lugar donde solíamos gritar seguía lleno de fuego
y lo he vuelto a retratar como tú hiciste hace exactamente un año
mientras decías que querías prender Valladolid
y hacerme el amor sobre las cenizas.
La barandilla sigue diciendo
que allí tuvo lugar el número dos de los besos
que formaban nuestro ranking
(espero que al menos recuerdes el primero)
He regresado a la fuente
que vio nuestro reencuentro más precioso,
contigo y conmigo abrazándonos
en medio de una tormenta tras semanas sin vestirnos de la piel de la otra
y he vuelto a esconderme aún sabiendo que tú no me buscabas
y que no había sitio para bromas.
Por último, he decidido acabar
donde acababan y empezaban todos nuestros viajes,
en la estación que nos despidió el primer día
hasta la semana siguiente
y en la que nos despedimos para siempre.
Pero del bus de Alsa no ha bajado corriendo
hacia mí ninguna chica con rastas
y las taquillas donde compraba
los billetes con destino a tu puerta
estaban cerradas.
Quiero que sepas que ya no te guardo rencor,
que te perdono, mi maldito amor,
porque al igual que las taquillas,
mis heridas también están cerradas.
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