Una vez la chica que tengo al lado
me dijo que cuando estamos
enamorados,
el tiempo no se pasa rápido. Se pasa
lento.
Porque disfrutamos tanto cada momento
que no contamos la vida por días sino
por segundos.
Ahora le entiendo. Porque estos meses
han sido como años.
Te odio.
Te odio como nunca quise a nadie.
No me puedo creer que te hayas ido.
Con lo que insististe en abrirme las
costillas
para poder entrar al lugar del crimen
y tumbarte junto a un corazón
desangrado.
Con lo que insististe en conocer mi
mundo interior.
Me dijiste:
”Un día por casualidad me di cuenta
de que estabas igual de rota por
dentro que yo,
y creo que nunca un desastre
me había llenado tanto con tan poco.
Por ti y tu poesía.
Apenas hemos hablado, apenas conozco
de ti;
pero si por fuera me pareces
preciosa,
por dentro debes de ser increíble.
Prefiero mantenerme al margen,
me pareces inalcanzable.
Solo espero que seas feliz y vueles
muy alto, Vero.”
Ahora, unos meses después,
estoy más rota que antes de
conocerte,
tú estás llena de mis catástrofes
y yo me he quedado vacía,
yo ya no sé quién cojones soy después
de tantos puñales
y mi poesía esta vez no puede pagar
por los destrozos.
No soy feliz y lo de volar, lo
dejamos para tus promesas.
Te has olvidado de lo que te impulsó
a escribirme aquel mensaje por la
noche.
Y me siento inútil.
He dejado que violases lo más íntimo
de mí,
he permitido que juegues entre mis
sombras.
Pero te escondes fatal, amor,
te sigo encontrando en todas partes…
He dejado que me buscases las cicatrices,
las has besado una a una con lágrimas
en los ojos,
me has puesto desnuda delante de un
espejo
y me has hablado de perfección.
Me has asegurado mil veces
que querías que aprendiese contigo
lo que es el amor en realidad.
Me has dicho “te amo” mil más
y me has suplicado que cuando te
dejase entrar en mí
pudieses quedarte a vivir una
eternidad.
Cuando me voy a dormir sigo
acurrucándome
en la pared como cuando estabas
conmigo
y te dejaba tu hueco por si algún día
te colabas por la ventana.
Aunque al final acabases eligiendo
ponerte encima de mí.
Las calles de Madrid cubren mis
paredes
aún sabiendo que ya no vamos a hacer
el amor en ellas
hasta que se apaguen las farolas.
Pero es que me da miedo quitarlas
y volver a leer lo que hay detrás de
cada una,
no sea que me lo vaya a creer otra
vez.
No puedo coger ni un solo libro
sabiendo que los has tocado todos.
Estoy segura de que si los abriese,
los encontraría en blanco.
Porque tú te habrías llevado toda la
poesía.
No quiero cumplir años dentro de una
semana
porque ya no vas a aparecer por
sorpresa
(sí, amor, sabía que ibas a venir).
Joder cuanto más hablo
más noto cómo se abren todas mis
cicatrices…
Mierda María, no he cogido tampones.
Espero que no me desborde.