He sido durante mucho tiempo
carnívora de mí misma
y me he arrancado a tiras la piel de
un mordisco
para hacerme una cortina con la que
evitar
que entrase un rayo de pánico más a
través de mis costillas
He amordazado a mis sombras para
evitar
que hablasen demasiado y me he hecho
daño
al convertirme en refugio propio y
dar vueltas sobre mí misma
para entrar por mi espalda rompiendo
en verbos mi columna
como un perro buscando su cola.
-aunque los perros juegan y yo sólo
luchaba por sobrevivir.-
Mis lágrimas comenzaron a bailar
al son de las llamas
y por eso, si acaricias suavemente
mis mejillas,
podrás dibujar el relieve de los ríos
de fuego
provocados por mis vacíos.
Un día mi dolor se conectó con el de
Santi Balmes
dentro de una canción y me hice medio
dos
hasta poder tener a otra yo que
hiciera guardia a los pies de mi cama
y espantara las pesadillas que habían
roto los cristales de mi voz,
aunque la noche fuera eterna y los
monstruos se cargaran de artillería pesada.
Pero a ti podría decirte que la vida
son dos sílabas
y que has llegado justo en el golpe
de voz que las separa
y que contigo los espacios son tan
inmensos
que los planetas de tu techo me han
concedido la inmortalidad.
Por eso, cuando el día llega a su fin
y reina la oscuridad
construyo un camino de versos hacia
tus trincheras
y te hago –aunque soy más de
reconstruirte-
el amor en medio de un campo de
batalla.
Porque eres un faro en tierra que me
guía cuando estoy perdida
y me hace navegar segura por tu
cuerpo cuando te sueño
y comienzan a chorrear desde tu pecho
cascadas de flores
que voy recogiendo una a una para
echarlas sobre la tumba
de mis genocidios inconsecuentes y
voluntarios.
Puede que esté demorando de nuevo mis
derrotas
y que te vayas más pronto de lo que
chillas subida a la luna
pero sé que si te vas, estaré bien.
Porque tú ya me habrás salvado
y yo
ya habré aprendido a quererme.