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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Un poema a tu altura

Ya no me dueles.

Es más, te pueden dar por culo en mil camas diferentes.
Por una parte me alegra saber
que no estabas tan mal disfrutando de varios labios a la vez.
Seguro que los demás también velaban tus noches de insomnio
y soportaban el crujir de tu columna al otro lado del teléfono
cuando el mundo se quebraba sobre tu espalda.

Eh, no hace falta que te quedes nada de mí, total,
sólo fui ese adorno al que pedías que se quedase
pero quietecito, sin molestar demasiado.

Tampoco hace falta que te quedes
con mis discos de Queen, mi camiseta y mis libros.
No te lo tomes a mal, pero los echo de menos.

Siempre has sido una tía fuerte, amor.
O quizás no tanto pero quisiste salir sola de tus ruinas
y ya has conseguido lo primero: estás sola.
Esa ha sido buena pequeña.

Qué cosas tan feas me han contado de ti.
Y dicen que sólo son un 5%,
que no se atreven a contármelo.
Bueno, ya han hecho más que tú.

Si te veo un día por la calle y no saludo,
no te ofendas,
pero es que mamá me ha dicho
que no debo hablar con desconocidos.

Ahora te estarás sintiendo sola, lo sé bien.
Lo único interesante de tu noche será tuitear la hora pi.
Ya que no tienes nada más que hacer piensa en mis poemas,
el cuadro que pintamos,
los versos de Escándar que me gritaste en la feria,
los fuegos artificiales mientras te cantaba All of me,
los besos en la piscina,
los reencuentros bajo la lluvia,
mi rescate en el canal,
tus tetas bajo mis manos,
los 30 minutos en el baño de un bar,
las canciones en el césped,
el recital,
los restos del naufragio,
lo nómadas que éramos,
las medias noches que nos dábamos,
las despedidas en la estación,
todos mis regalos,
mi arriesgarlo todo por ti,
mi quererte como no he querido a nadie...

VAMOS, PIENSA EN TODO ESO AMOR.

Y ahora te vas a cagar y te limpias el puto culo con ello
o a contárselo al melenas ese.

¿Vaya mierda de poema eh?
Ya era hora de hacer algo que estuviese a tu altura.

Punto y a parte.

Se está quemando el pasado.
La cera de los momentos vividos escurre por mis manos.
Arde y duele pero me hace sentir viva.
Tengo las palmas al rojo vivo de dar tortazos a la tristeza
y todavía ninguna de las dos se rinde.

El sol empieza a asomar la cabeza
entre las rejas de un cielo encapotado de decepciones
y brillan las lágrimas de las hojas que caen de los árboles
porque se arrepienten de haber vivido aferradas.
Pero ahora son hijas del viento y por lo tanto, libres.

Los pájaros celebran la ausencia de toxicidad
haciéndome un pasillo de cantos alegres
y quien me quiere se está encargando de construirme
un nuevo corazón a prueba de excusas.

La lluvia busca en el suelo lo que perdió entre nubes
y mis piernas gritan hacia lo alto

que no necesitan volar mientras puedan saltar.

Además, como dijo uno de los grandes:
En el cielo no hay cerveza.

Última ronda.
Muerte o supervivencia.

Traspasa las cuerdas una postal que se pega a mi pecho,
el cual lucha por respirar sobre la lona.
Es de la razón.
Dice que ya ha llegado a esos lugares imposibles.
Y en la foto aparezco yo,
sonriendo,
respirando.
Y lo más importante.
Sola.
Y hay que ver qué guapa estoy.

Dejo los golpes de lado y abandono el cuadrilátero,
porque comprendo que no hay que pelear con la vida,
sino vivirla.