Te siento en cada una de las
catástrofes
artificiales de mi cuerpo.
Podría jurarte que el aire
son tus manos recorriendo
las rasgaduras de mi pecho
y que la lluvia son recorridos
intermitentes
de tus labios hacia los relieves de
mis piernas.
Ojalá tapes pronto las raíces de mis
muñecas
con el primer trozo de tela que
pilles por ahí
y que me eleves los brazos
por encima de la cabeza
para hacerme rezar un alto al fuego
postrada ante tu cuerpo desnudo.
Las balas se pararían en el limbo de tus
silencios,
mi corazón no entendería de cadáveres
y tu espalda se convertiría en el
papel
donde quedase firmada mi absolución.
Me has hecho resurgir de mi cenicero
de pena
y te has convertido en una primavera
fuerte
que no sucumbe al calor de mis llamaradas
ni al frío de mi cuerpo acechado por
los temblores.
Lo tuyo no es amor.
Lo tuyo es poesía,
que es mucho más que amor.
Y por eso, soy el país más bonito del
mundo
en el que puedas quedarte a vivir.