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viernes, 5 de junio de 2015

Mi revolución

Estoy harta de las barreras que nos levanta la sociedad, del aire que nos obligan a respirar poniéndonos una máscara de odio hacia nosotros mismos por ser quienes somos, de la deshumanización del arte, de la censura de todos los libros que se ahogaron entre cenizas en su lucha por gritarnos la verdad.

Y estoy harta del inconformismo que nos ponen como uniforme de trabajo, de quienes deciden gobernar no solo en nuestra vida, sino también en nuestros ideales, de todos los vertederos a los que han ido a parar nuestras alas rotas, de que solo nos dejen escribir historias a lapicero para después poderlas borrar fácilmente sin dejar huella.

Pero en medio de tanta dictadura, apareces tú gritando revolución y clavando en mí la bandera de quien acaba de conquistar un país, o en tu caso, mil mundos y un universo.

Caminas por el parque ahorcando a todos los miedos en los árboles y brindas tus labios de cerveza con los míos para celebrar la victoria. Te ríes y cuando lo haces, tapas el clamor a la muerte de un toro y los micrófonos de todas las iglesias y parlamentos que no nos dejan querernos. Haces un corte de mangas a las señales de prohibición que hay en las carreteras que te llevan a mí. Tienes mi corazón enredado entre esas seis cuardas que haces sonar cuando cantas libertad. Llueves y creas tormenta en mi sonrisa (y en otros sitios) cada vez que me rozas. Vienes por las noches sin avisar para colgarte de mi pecho y arañarme la espalda mientras nos corremos juntas.

Y por último, me susurras al oído que me acerque a contemplar contigo el atardecer desde el borde de mis precipicios, quitándome el miedo a caer, y desde ellos chillas esas dos putísimas palabras y yo, y mi razón, gritamos quédate.