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viernes, 5 de junio de 2015

Las teclas de Ludovico

Ahora es uno de esos momentos en los que hasta las teclas de Ludovico suenan a bomba y me estallan en el pecho con ganas de matarme.
No quiero escuchar nada, tampoco a nadie.

Y la peor parte viene cuando me contradigo en lo que acabo de decir.
Y me cago en esta puta voz que llevo dentro, que es mía y que chilla tu nombre hasta hacer estallar uno por uno los cristales de todos los versos que te susurraría al oído si estuvieses aquí.

Y no hay ningún cable que pueda desconectar para acabar con este bucle de pensamientos y recuerdos que te traes cada día.
Así, sin darte cuenta. Ironías de la vida. O mejor dicho, de la no vida sin ti.
Joder, estoy harta de extender la mano hacia el vacío de mi cama y no tocar nada más que eso:

Vacío.
Vacío.
Vacío.

No sé quién lo está más. Si este mundo que me deja de importar cuando te vas o el inquilino del lado izquiero de mi pecho. Ese que te guarda en su interior con mil candados de lluvia y poesía para que al menos vuelvas al final de cada semana.

Me necesito a mí. Contigo. Con el único sonido de tu voz masturbando mis oídos.

A mí. Contigo. Dibujando nuestra historia de enamorados kamikazes y suicidas.
A mí. Contigo. Apagando con besos los incendios que causa tu ausencia.
A mí. Contigo. Mirándonos a los ojos mientras nos dejamos llevar y me haces arañar las sábanas.
A mí. Contigo. Aunque tú estés allí y yo aquí.