No podéis acallar a alguien
que ya ha elevado la voz.
La calle es nuestra
desde que vosotros la abandonasteis
y la cubristeis con vuestra mierda,
cuando en vez de preocuparos por ella
la asfaltasteis con vuestra corrupción e hipocresía.
Podéis seguir escupiendo mentiras y promesas
contra los micrófonos,
pero vuestras babas nunca nos llegarán hasta nosotros.
Somos el pueblo
y nos mantendremos unidos
para poner en grito la verdad
que queréis ocultar.
El amordazamiento lo sufren vuestros ojos,
porque no queréis ver,
pero nuestras bocas están más libres que nunca.