.

.

sábado, 11 de marzo de 2017

La salvaje vida de las nubes

Soy consciente de que durante meses me he escapado de casa
para descansar sobre el paisaje nevado
que cada día tiñen de rojo millones de derrotados.
Porque pensaba que estaba bien.
Pensaba que algún día no despertaría
porque el frío ya habría hecho su labor
 y hubiera congelado hasta la más recóndita gana de vida.

He mirado de frente al dolor ajeno
pero nunca me he atrevido a enfrentarme al mío
delante del espejo porque siempre ha sido más fácil
eso de dar el golpe de gracia, o mejor dicho,
el golpe de ni puta gracia
y romperlo en mil pedazos con los que cortar el aire.
 A ver si así se le quitan las ganas de seguir haciendo respirar
a unos pulmones voluntarios en su ahogo en ceniza.

Y los gritos de las vidas que tanto he maltratado
 se han adherido a las más bellas flores con la esperanza
de seguir siendo sorprendidas por el mundo
pero la verdad es que he visto en ese abrazo letal
la muerte de la primavera.

Pero también soy consciente de que estos días
mi habitación ha pasado por todas las estaciones.
Ha caído una tormenta de verano
y un rayo me ha dejado estaqueada en mitad del patio
que nunca tuve para jugar al fútbol.

Se ha hundido el techo para dejar caer la lluvia
que tantos años llevo acumulando en este puto tejado de miseria
Y me he calado.
Y por fin me doy cuenta de que no me arrepiento
de haber roto a propósito TODOS LOS JODIDOS PARAGUAS.

He bailado con la luna llena cada noche
aun estando con los pies en la tierra
y he comprendido que eres tú
quien me está dando una nueva oportunidad  a la salida del sol.

Y aquí estoy otro día en el que no puedo decidir
si quedarme dormida o permanecer despierta
porque no sé cuál es la mejor manera de soñar contigo.
Y opto por enredarte entre mis pensamientos
 hasta que te hagas la dormida
y susurres con los ojos cerrados
que quieres seguir alargando cada minuto conmigo.

Porque, en realidad, ya llevo soñando mucho tiempo contigo.
Y sé que eres tú porque por primera vez en mi vida
no tengo miedo a mi mayor enemigo, no tengo miedo al dolor.  
¿Y sabes por qué?

Porque contigo quiero ser tan valiente
que cada beso que aún no te he dado

se convierta en tus mil razones para intentarlo.